En 2018, cambiamos la llovizna de Londres por el calor de España. Patricia estaba embarazada de 3 meses (el momento perfecto para una gran mudanza, nadie lo ha dicho nunca) y decidimos que “vida sostenible” significaba “compremos una granja y esperemos que YouTube nos enseñe un poco de fontanería”. Recorrimos España como dos participantes despistados de un programa de televisión inmobiliario. ¿Nuestra lista de deseos para el paraíso? Colinas verdes, mucha agua y un clima templado. Entonces, el Parque Natural Sierra de Aracena nos sorprendió con un amor a primera vista.
Finca Bravo fue la primera y única finca que vimos en la Sierra. ¿Sin electricidad? Listo. ¿Sin cañerías? Listo. ¿100 años de telarañas? Jaque mate. El agente inmobiliario la llamó “un proyecto”. Nosotros la llamamos “prometedora”. Dos meses después, era nuestra.
Aspectos destacados de la renovación:
Año 1 Aprendimos que la burocracia española avanza más lento que la siesta de un caracol. Obtuvimos los permisos de planificación aproximadamente 2 años después.
Año 2 Adoptamos el estilo rústico chic (ver: reutilizar puerta de cochinera como cabecero). Abrimos dos apartamentos ecológicos en medio 2020, justo a tiempo para que cancelaran los viajes.
Año 3 Un año un poco confuso, mucha pandemia y muy poca construcción.
Año 4 Añadimos dos apartamentos más y nuestra propia casa, tuvimos un segundo hijo y adoptamos suficientes mascotas para empezar un zoológico.
Estado actual:
– 3 gatas (administración)
– 1 perra (perseguidora de cabras)
– 2 niños (directores ejecutivos del caos)
– 6 gallinas (club del desayuno)
– 4 apartamentos (sobrevivimos)
– 0 cordura (desaparecida en trayecto)
